Con sólo cinco jugadores y dos de ellos mermados físicamente por atravesar un proceso gripal, la tarea de aguantar dignamente los 48 minutos se convirtió en una utopía.
El partido comenzó con posesiones largas. Los ataques por parte de ambos equipos eran espesos. Bobcats presionaba con mayor intensidad en defensa, lo que propició que los Picotas realizasen pases al vacío y otras pérdidas de balón similares, justo lo que se habían propuesto evitar antes del inicio. Un tiempo muerto sirvió para calmar esa necesidad de soltar el balón a quien fuera, pero anotar seguía costando un mundo y los puntos solo llegaron en acciones individuales que mezclaban la decisión, el ímpetu y la suerte a partes iguales.
El resultado al final del cuarto, 7 - 4, permitía hacer soñar con un partido igualado, pero las caras de agotamiento en los visitantes denotaban todo lo contrario.
El cansancio se hizo patente nada más empezar el segundo cuarto. Cada ataque comenzaba cuando sólo quedaban 10 segundos de posesión. No había fluidez en los pases porque no había movimiento alguno, así que todas las jugadas se resolvían con un tiro a la desesperada o en acción individual, sin posibilidad de cargar el rebote ofensivo.
Dos triples y dos contraataques consecutivos lanzaron a los Bobcats, que por fin rompieron el partido consiguiendo una ventaja de 13 puntos en un abrir y cerrar de ojos, dilapidando las escasas esperanzas que tenían nuestros héroes de mantenerse en el encuentro. Al bajón físico se le unió el bloqueo mental, que era, hasta el momento, la única fuerza que mantenía en movimiento los brazos y las piernas de los de amarillo.
El primer tiempo finalizó 23 - 7. Demasiada distancia cualquier otro día, pero más aún el pasado domingo, dadas las circunstancias.
Con la moral por los suelos y los pulmones sin dar abasto, los Picotas ni siquiera hicieron ademán de continuar en movimiento y lanzar un poco en la nueva canasta durante el descanso. Caras largas pero al menos con la determinación de no dejarse llevar y continuar lanzando en cada ataque, sin desperdiciar balones en pérdidas evitables.
Esa fue la tónica del tercer cuarto: llegar andando o como buenamente se podía hasta el campo rival, que no lo ponía fácil, presionando el saque y a toda cancha en periodos de tiempo alternativos, dar un pase o dos a lo sumo e intentar una acción ofensiva que terminaba en tiro de media distancia. Excepto en una ocasión, el resto se tradujo en fallo. En algunos casos eran tiros forzados, en otros eran desde buenas posiciones, pero el resultado siempre el mismo. La pelota no entraba y las piernas no daban para luchar el rebote.
Bobcats tampoco estuvo especialmente lúcido en este cuarto (25 - 9, minuto 7) y sólo en los últimos minutos, maquilló el marcador con un parcial de 7 - 0 para dejarlo en 32 - 9 al final de los 12.
Sin ninguna esperanza y deseando que acabase el suplicio, los Picotas encararon un último cuarto de trámite. La dinámica fue similar a los anteriores, con la salvedad de que entró algún tiro más. El 14-34 del minuto 5 hubiera sido un resultado digno tras lo visto sobre el parqué. No obstante, aún quedaba bastante hasta el pitido final y los locales aprovecharon para realizar varios contraataques de dos contra nadie o tres contra uno, siempre en superioridad, siempre por delante, con los que volvieron a endosar un parcial de 0-13, alcanzando la máxima renta de todo el partido.
Al final el resultado fue Carabanchel Bobcats 51 - 18 Picotas. Derrota sin paliativos que deja un regusto amargo por la sensación de invalidez, de querer hacer más y no poder, y por los catastróficos porcentajes de tiro.
Incidencias: en un partido de guante blanco, la nota gris la puso el accidente ocurrido al inicio del tercer cuarto, cuando un jugador de Bobcats cargó un rebote ofensivo que tenía controlado Inchausti, introduciendo un dedo en su cuenca ocular izquierda (lo que viene siendo un piquete de ojos en toda regla). Los Picotas tuvieron que pedir tiempo muerto para ver si su jugador se recuperaba y el cuarto se les hizo muy largo.
Lo mejor: obtener el punto que dan por la derrota. Siempre es mejor jugar, aunque sea así, que una incomparecencia.
Lo peor: constatar que el estado físico de los Picotas es aún peor de lo acostumbrado a inicios de temporada.
Arbitraje: correcto, sin sobresaltos ni errores de bulto. Se equivocó en algunas decisiones por mal posicionamiento en la cancha, pitando faltas inexistentes o a quien no las hizo, o fueras de banda favoreciendo a quien no correspondía, pero se mostró comprensiva y dialogante en todo momento. Tampoco hubo juego sucio ni el partido estuvo igualado como otras veces, por lo que su labor fue más sencilla de lo habitual.
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