Todos los humanos tenemos nuestro antagonista. Esa persona que saca lo peor de nosotros, que nos vuelve irascibles, que nos despierta un odio irreprimible y hace que deseemos que le sucedan acontecimientos a cual más atroz con tal de ver el sufrimiento reflejado en su rostro. Bueno, esto último tal vez sea demasiado, pero supongo que está en nuestra naturaleza el sentir esa animadversión hacia gente contra la que tenemos que lidiar en el día a día y que tienen esa forma de ser que tanto nos desagrada. A mí me ocurre con Ricky Rubio, es verle esa nariz y me entran unas ganas de aplastársela con un ladrillo que no os podéis imaginar. A Enrique le pasa con el Bigotitos, el líder de Los Masillas, que en esta ocasión y siempre desde mi punto de vista, estuvo bastante comedido, no protestó todo lo que nos tiene acostumbrados y aunque acaparó mucho juego, no echó la culpa de sus pérdidas a los árbitros, sino que reconoció sus errores en la mayoría de los casos. Curiosamente, Enrique no ha podido enfrentarse a su antagonista esta temporada, ni en la ida ni en la vuelta.
Pero no estamos aquí para hablar del Bigotitos, más bien lo que os apetecerá será leer lo que aconteció hace dos domingos, en el partido que enfrentó a Picotas contra Los Masillas. Antes de entrar en materia, os lo puedo resumir en pocas palabras: acierto en el tiro exterior, buena defensa y rápidas transiciones. No quiero decir que no hubiera juego interior, es sólo que con 7 triples de no muchos más intentos, la atención se centró esta vez en la parte de fuera. Veamos qué pasó.
Pero no estamos aquí para hablar del Bigotitos, más bien lo que os apetecerá será leer lo que aconteció hace dos domingos, en el partido que enfrentó a Picotas contra Los Masillas. Antes de entrar en materia, os lo puedo resumir en pocas palabras: acierto en el tiro exterior, buena defensa y rápidas transiciones. No quiero decir que no hubiera juego interior, es sólo que con 7 triples de no muchos más intentos, la atención se centró esta vez en la parte de fuera. Veamos qué pasó.